No se si Amstrong seguiría añorando pisar la superficie lunar, si supiera que “su inalcanzable Luna” ha dejado de ser la novia enigmática de la noche, para convertirse en cementerio. Según un pasmoso artículo publicado por AFP, “una empresa estadounidense de servicios fúnebres espaciales comenzó a tomar reservas para el envío de pequeñas cápsulas con cenizas humanas a la Luna, donde instalará un cementerio que algún día podría ser visitado por familiares de los fallecidos…”.
En primer lugar, supongo que serán familiares de millonarios, puesto que ya sabemos que a esos servicios que implican alta tecnología, sólo tienen acceso aquellos que pueden pagarla. En segundo lugar, y creyendo que eventualmente todos podamos viajar al espacio por tarifas populares, de aquí al momento en que pueda ser posible, o sea, un lejano futuro, los familiares de los difuntos ya estarían hechos polvo y ceniza. En tercer lugar, la Luna es patrimonio universal, o en todo caso, patrimonio de la humanidad, ¿a quién le ha pedido permiso la susodicha empresa, para transformar una de las maravillas celestes del sistema solar en suelo de difuntos? Yo personalmente protestaría llegado el caso. Si la Luna estuviera habitada, sería comprensible, algo que ya sabemos podría suceder en unas décadas, pero restarle a la Luna su esplendor romántico y darle paso a una fantasmagórica visión de ánimas deslizándose por la magia de su halo, es más que irreverente, es una decisión arbitraria que hasta puede interpretarse como ofensa a la poesía que está por escribirse. ¿Cuántos poetas le han escrito a la Luna? ¿Cuántos por inspirarse en esas noches tan hermosas, cuando sus ciento ochenta grados abarcan el cielo y se apoderan de los campos terrestres? Y ni hablar cuando parte de su circunferencia, esté sumida en las sombras, quizás imaginemos brujas volar como en Halloween, o creeremos observar algún espíritu atormentado que a lo mejor quiso ser enterrado en un pacífico cementerio de Kansas, y por fatal snobismo, se sumó a esa pléyade mortuoria reclutada por el mercadeo inescrupuloso.
A lo mejor estoy equivocada, pero conociéndome como me conozco, lo más probable sea que si estoy viva en el 2010, que es cuando se hará el primer envío de cenizas, cerraré puertas y ventanas en los plenilunios. Si los envíos llegaran a ser numerosos, imagino a la pobre Luna llena de pecas fosforescentes, siempre recordándonos que somos efímeros y que ella no es más que una novia infeliz, vestida de luto, y profanada por la creciente invasión de desperdicios humanos. Sentiremos lo mismo que cuando pasamos frente a Woodland Park Memorial, un silencioso recogimiento que evoca pesar, melancolía y el inexorable sentimiento de nuestro límite. Quizás usted no lo vea, o lo sienta como yo, pero estoy segura que en su momento no dejará de recordarlo.
C. K. Aldrey
11-2008
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