Querida Karin:
Ayer por la tarde, echado al borde de la
piscina bajo el tibio sol de las 4 de la tarde, terminé de leer tu libro. Lo
había empezado dos días atrás, pero lo fui leyendo despacio, como se debe en
estos casos, sobre todo porque desde el principio me di cuenta de su carácter
peculiar. Es, a mi entender, el más sólido de los libros de poesía tuyos
que he leído hasta hoy. Y te escribo ahora para darte las gracias por
habérmelo obsequiado y para felicitarte sinceramente.
Uno de los aspectos sobresalientes que capté
enseguida, desde los primeros poemas, es la calidad de la palabra que
despliegas. Una calidad que me atrevo a calificar de inexpugnable. No haces
concesiones en ese terreno: en cada momento usas el vocablo apropiado, sin
prisa. Incluso en la expresión de las interacciones amorosas, te
arriesgas a usar palabras del legado, digamos, "sentimental", pero
esos vocablos nunca chocan aquí, nunca están de más, nunca sobran, y tampoco
los usas dentro de un exceso de otras palabras de esa índole. O sea, veo
un ascetismo en tu estilo, incluso para aludir a sentimientos de desamparo,
infelicidad, desamor, o soledad, etc.
Este es un aspecto que merece destacarse,
pues ya sabrás el daño que los excesos barrocos han causado en la tradición poética
cubana, sobre todo después del modernismo y de Orígenes. Nuestros autores
sienten con notable impunidad la tentación de confundir dominio verbal con
derroche, elocuencia con abundancia oscura, lucidez con alardes verbales, y
tienden a producir textos recargados, intrincados.
En cambio, en este poemario tuyo hay algo que
yo siempre aprecio mucho y que agradezco: una decantación en busca de la
palabra justa, un empleo sostenido de los vocablos precisos, los que hacían
falta, ni uno más ni uno menos. No hay repeticiones, ni falsos énfasis,
ni reiteraciones inútiles: llegas a la imagen precisa con las palabras
imprescindibles, sin tampoco caer en una austeridad preconcebida. Eso,
desde luego, aporta una luz muy intensa a lo que dices: no hay rejuegos formales
(o si lo hay no saltan a la vista), ni mucho menos adornos para impresionar,
sino la exposición directa de la emoción-idea central del poema, presentada
ante los lectores con las palabras exactas, con limpieza ejemplar, como el que
desenvuelve despacio un pergamino donde no hay nada que añadir. En fin,
que me ha encantado este libro tuyo, espero el próximo con curiosidad cómplice.
Por ahora, te mando un beso y un abrazo
fuerte y sincero,
Rey
(Reinaldo
García Ramos, poeta y escritor cubano radicado en Miami)
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