LA VIDA SIGUE
(De cómo tu carta desembocó en un poema)
Levántate y anda.
Querido:
yo sé muy
bien lo que es sentirse “inapropiadamente solo”
-se puede
estar solo y no sentir que sea inapropiado-
sé lo que
es abrir los ojos al regreso después de haber entrado
en el
laberinto de la muerte
lo que es
sentir las paredes blancas y vacías de un hospital
dando
vueltas en las pupilas
recordándome
la inexistencia de caricias
la ausencia
de palabras esperadas
sé lo que
es estar reclinada en esa cama de hospital tan impersonal y fría esperando a mi
amante inútilmente y luego verla llegar sin flores ni poesías pero con un
discurso ensayado
“me es imposible
ocuparme de tu resurrección
tengo
tantas cosas que hacer… lo he pensado muchísimo…
pero ya no
tiene sentido que sigamos juntas”.
Sé de la
rabia la conozco como si fuera mi hermana gemela
siempre he
tratado de escabullirme de su conjuro
pero igual
se las arregla para comparecer cuando menos la necesito
y llega al
hospital cuando estoy sola y mi amante
se ha
largado a conquistar los rascacielos de Century City.
Llega
cuando estoy sola y desvalida (la rabia porque mi amante se fue a bolina) y
todavía la fiebre me mantiene despojada de mis signos vitales
como una
amortajada o una ebria sin techo
en su cama
descubierta de la noche.
Pero…
la vida
sigue.
Hay pájaros
en el balcón
retozan con
el rocío y las incrédulas urracas californianas
el sol
empieza a posarse sobre mis sábanas limpias de hospital
y recuerdo
sutilmente agradecida
que he
regresado muchas veces
con los
pies hinchados pero vivos
y que a nadie
tengo que agradecer por ello excepto a Dios
y a los médicos de ese sistema de salud americano que tantos critican
y a los médicos de ese sistema de salud americano que tantos critican
pero que alguna vez
ya muerta
me hizo
volver a la tierra.
La vida sigue
y hay mucha
poesía esperando entre pastilleros y termómetros
un cielo
provocador de vivencias
rostros
nuevos que nos llaman desde el éter de la subconsciencia
algún que
otro amigo que corre a nuestro lado sin desfallecer
melodías de
este mundo y de otros tantos
-nada místicas
diría más bien profanas-
ungiendo
nuestros tímpanos con miel y leche fresca
incluso las
voces imposibles
generalmente
de vecinos festivos y gnomos desdichados
vienen en
procesión a rendir el homenaje sagrado de la vida.
Porque hay
una cosa cierta, ineludible:
La vida
sigue y es toda una aventura homérica.
Marbella | 2003
Carmen Karin Aldrey
Foto: "El árbol es una mujer que baila", de C. K. Aldrey
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