El despertar del penitente
No es fatalismo como tampoco pesimismo. Simplemente es el
descubrimiento de una fórmula que estuvo sumergida y con el paso del tiempo,
salió a flote como un pez muerto. Me hace feliz haber desvelado su misterio.
Lo hermoso es parte del Todo consustancial. Nacemos para
ser sacrificados. Somos el manjar del engaño eufónico y nos vigilan los
centinelas de piedra.
Nuestras energías son depredadoras por antonomasia. En
esta fórmula de la vida donde para sobrevivir nos devoramos unos a los otros,
lo hermoso funge como escudo. Espejismo y carnada elemental.
Las ilusiones nos mantienen vivos y garantizan la
procreación de energías. Las que habitan en cuerpos que mueren prematuramente también
son imprescindibles. El Universo necesita energías jóvenes cuando las galaxias
se extinguen para formar otras nuevas. Las viejas son enviadas a las galaxias
muertas para ilustrar a los dioses. Los dioses se sienten seguros en las
galaxias muertas. Allí pueden celebrar la cosecha sin que nadie los estorbe.
Disfrutan en silencio cada bocado.
Uno de ellos me dijo en sueños que somos su alimento
esencial. Me apuntaba con el dedo y decía:
-¿Para qué deseas
saber la verdad?
Yo no sentía miedo y me enfrentaba a su voz:
-¿Cómo puedes
nutrirte de seres afligidos?
-Cuando los
sirven a mi mesa no sufren, ya han expiado todas sus culpas -contestó.
La fórmula es perfecta, inquebrantable y constante, por
mucho que trates de cambiarla es imposible, no te perteneces. Los antiguos lo
sabían, la inmortalidad es el sentido de la existencia. La muerte como la vida
es un delirio pasajero a merced del tiempo, el espacio y las fuerzas
indetenibles del Universo.
(C. K. Aldrey, de mi libro "Eva desde el Cosmos y otras historias" | ICE 2015)
Foto: C. K. A.
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