Yo sé
que cuarenta y cinco mil caballos
nunca van a resucitar
bajo esa atmósfera
de afligida existencia
y holocaustos ecológicos
que se pronostica
para el futuro…
morirán después de una carrera infructuosa
y sus espíritus saldrán volando
hacia alguna constelación
donde no existan los hombres
(el que no quiera despertar
que salte la página
y se mantenga en su burbuja).
Muchos se quedarán
con los ojos clavados en las fotos
donde el viento agita sus crines
y el sol alumbra sus pestañas
otros moriremos con ellos
en una vieja calle de ciudad dormida.
Los pescadores sin zapatos
de mi infancia
me contaban que el primer caballo
nació en el mar
recuerdo la yegua de Limonta
cuando cruzaba el estero
aunque estuviera cubierto
por las aguas
y él tenía que regresarla a tierra firme
y amarrarla a una cerca
para que no lo siguiera al cayito
yo me sentaba con ella
debajo de las matas
le daba pedacitos de naranja
caramelos y masa de coco
y conversábamos
en la quietud del mediodía
hasta quedarnos dormidas…
Un hechicero new age
me dijo hace unos años
que ella regresó a la tierra
ahora la imagino
corriendo por las praderas
del American West
junto a manadas de mustangs
y burros salvajes
que antes eran perseguidos
por lobos y pumas
y ahora huyen de los hombres
que los han condenado
a muerte…
Foto: Internet Library
Poema: C. K. Aldrey
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