12/26/13

La sombra en el rostro



Aparta de mí este cáliz…
César Vallejo


La sombra en el rostro
teje una sonrisa con hilos de luz
¡quién diría que alguna vez existió
en encajes de pañuelos
húmedos por el desaliento!
Estuvo ante mí
como esas siembras de frutales
que ahuyentan a los cleptómanos
con sus cercas de púas.

Era tangible     una sombra que hablaba
de puentes y campos desbrozados
cuando el amanecer languidecía…
sombra con mirada alabastrada
que diosas inconformes desnudaron.

Aun toca a mi puerta y cierra sus párpados
en el sudor de la noche…
la confundo con aquellas
que se abren paso en la maleza
y dejan su marca soberana.

Me da sed     ansias imprecisas.
Tiene mi alma prisionera
dentro de un cofre vacío que espera
ser llenado con versos y ausencias
¿o es solo un espejismo
cabalgando sobre mi lomo
en esta huida salvaje hacia la nada?
¿o quizás el reflejo de una estatua
en la pared donde cuelgo los hechizos?

Es una sombra     (o era     ya no sé)
gotea en mi cama su olor a fuego
y se apodera de mi sed
hasta dejar exhaustas las fuentes
consagradas por Brighid…
¡si pudiera apartar el cáliz de mi boca!


C. K. Aldrey
12-25-2013
Ilustración: Fantasy Flight/Middle Earth

12/23/13

El fuego de la lluvia | Reseña



El Fuego de la lluvia | Carmen Karin Aldrey
(Imagine Cloud Editions)

PREFACIO


El poemario previo de Carmen Karin Aldrey, Noctibus, se amparaba en dos voces medulares del lirismo alemán (Novalis y Goethe) y en el eco del rapsoda mayor de la pujanza americana, Whitman.  Con el respaldo de tales dioses tutelares, Aldrey realizaba en esas páginas un ejercicio confesional impresionante, de raíz mayormente romántica, aunque de intenciones modernas.  Este nuevo cuaderno, El fuego de la lluvia, se inspira en el ejemplo de Rainer Maria Rilke, uno de los renovadores radicales de la poesía del siglo xx, y se inscribe así en coordenadas literarias más cercanas a nosotros en el tiempo, pero nos habla con el mismo lenguaje tenso y delicado que esta poeta nos mostraba en su libro anterior. 

En los versos del presente volumen, dulces y angustiosos, hay un pavor similar al que Rilke sintió ante la permanencia del cosmos y la soledad esencial del individuo; sin embargo, Aldrey asume ese pavor en tono de íntima rebeldía, no de aceptación. Se acerca al mundo natural y sufre el desconcierto rilkeano ante esa inmensidad, pero no se detiene: quiere ir más allá, escuchar voces secretas en el reino animal y conocer la oscura fuerza de las plantas. ¿Qué busca? Tal vez algún enlace místico entre esas formas de vida y las carencias y deseos del ser humano de hoy.  La mirada intensa al universo físico le confiere a la autora una extraña calma, que pudiera evocar el rigor presentido de la muerte, pero también le impone una rotunda compasión ante los cuerpos efímeros y su aspiración a perpetuarse.  El fuego de la lluvia es el resultado de esa compasión: un homenaje a los intentos de esos cuerpos por iluminarse una vez más, al menos un instante, en el cambiante laberinto del amor.


Reinaldo García Ramos


Para adquirir el libro, favor de entrar en el siguiente enlace:

12/22/13

Manifiesto navideño


 
Declaro
que nos han
atado las manos
clavado los pies
partido las piernas
escupido en la cara
cortado las lenguas
golpeado los brazos
arrastrado calle abajo
encerrado tras las rejas
asesinado en hospitales
apedreado nuestras casas
asediado a nuestras familias
expulsado de los centros de trabajo
sacado de la escuela a nuestros niños
entregado a las turbas
para ser lapidados
impunemente.
Amén
O

(Firmado: Damas de Blanco, Disidencia cubana)


C. K. Aldrey
12-22-2013

12/8/13

Soy Moisés desentrañando la bahía



(A la Bahía de Nipe, a Preston)

Soy Moisés desentrañando la bahía
en esa foto capturada al azar
y como entonces empujo la muralla
de todos los reinos
¿cómo ha podido subsistir sin el pez sagrado?
¿De dónde ha sacado la entereza
para seguir siendo azul?

Iluminada por el sol es un destello
de ese desconsuelo que borra huellas del pasado
donde sentenciaron a vírgenes y náufragos
¡no puedo verla con los mismos ojos!
Sin embargo ahora mismo se están abriendo las aguas
y asoman bestias disformes
con sus bramidos que derriban arboledas
e inundan rutas sobrevivientes.

¡Cuánto desamparo en mi corazón!
A veces ni siquiera puedo verme
hundiendo con afán el remo entre sus olas
ni se desliza la gasa que cubre mis ojos
para alejarme de las visiones
que mancharon nuestros pies de presagios.

¡Ay    mar de níquel y estancado!
¡Mar de hombres aprehendidos al anzuelo
que perfora las branquias del recuerdo!
¿Por qué me hace sollozar el silencio
de almohadas mortuorias y calles sin asfalto?
¿En cuál sepultura han enterrado
la cruz de la iglesia derribada?
Se abren las aguas    se abren y extraños remolinos
se transforman en bocas
ansiosas por morder las memorias.
Pero el mar está ahí con su afonía
las palabras naufragan    dejan de existir.

Frente a la casa donde nacimos
-de la que mi padre fue expulsado a patadas
por la traición y el engaño-
los barquitos de papel flotan
hasta que son hundidos por la resaca.
A nuestro pesar se han cerrado las esclusas
que en la niñez escupían la saliva ardiente de la caña
a tus orillas lamidas por el atabal y el sosiego.

Ya sé que sigues existiendo
que la muerte ha sido nuestra    no del mar
pero lo veo tan solo    ¡tan solo!
como una sepultura líquida que las algas asfixian
y es cada vez más honda    más lejana
llena de huesos y espíritus desventurados
de mangles solitarios y chozas desplomadas
de gritos subiendo las crestas del tiempo.

¡Oh bahía sin muelles ni mástiles!
Solo queda de los barcos
sus quillas hundidas en el mar.



C. K. Aldrey
12-08-2013

Foto: Bahía de Nipe, en Preston.
(Yunaisy M. Lam | Autor: Seyni)