Ellas
son entrañables
como las velas
para los espíritus.
Oración ante mi altar
Amigas mías
que están en los cielos:
no pudieron cambiar el mundo,
las querían ciegas
los que lamían el tiempo
para robar su caudal.
No cambiará, amigas mías,
para ustedes será siempre azul
desde el nirvana supremo
aunque el sol se trague la atmósfera
una mañana de recuerdos
que quizás sirvieron
para mantenernos vivos.
Al menos fuimos compañeras gentiles
de limonadas y café
en aquél portal donde los dioses descansaban
después de largas jornadas infructuosas.
Ustedes soñaban con florestas imposibles
que languidecían poco a poco,
yo con libertades lejanas.
Te recuerdo Inésmaría
en el momento de conspirar y reir.
Te recuerdo Dulcemaría
en el momento de amar y huir.
Te recuerdo Sara
en el momento de agradecer y respirar.
Amén.
(Imagen: La casa del Vedado donde crecí.
La foto la tiró Karen Yelin a petición mía cuando estuvo en La Habana)