4/15/07

De cómo un duende salvó a su pueblo



Se llamaba Nork y tenía unas orejas tan grandes como las de un elefante, por eso todos le llamaban "el duende que todo lo oye". Algunos se reían de él, pero a Nork apenas le importaba, más bien se hacía como que no los escuchaba y se concentraba en sus labores de cada día con el esmero y la dedicación que lo caracterizaba.

A Nork le gustaba mucho salir en las mañanas y pasear por los caminitos del bosque para buscar raíces, hojas, frutos, flores y cuanta cosa le pudiera servir para confeccionar ungüentos y bebidas milagrosas para curar, así que los miembros de la comunidad siempre recurrían a él cuando estaban enfermos, pues Nork sabía más que nadie de medicina y se conocía todos los secretos de la hermosa fauna que los rodeaba. Gracias a esto los mayores le respetaban y le tenían mucha admiración, pero a los gnomos, que vivían dentro de la Tierra para guardar sus riquezas, les daba envidia que Nork supiera tanto como ellos y cada vez que podían, lo acosaban con burlas y travesuras.

Un día, mientras Nork se encontraba al lado del río recogiendo flores de Loto, sus poderosas orejas escucharon un bramar extraño que venía del océano. Preocupado por esto, se dirigió a la desembocadura para descubrir de qué se trataba. Cuando llegó allí, vio que el mar se movía con violencia y que de entre las gigantescas olas se asomaba una cabeza enorme llena de escamas brillantes y con una boca por la que soltaba fuego y lava, al igual que un volcán. Entonces, recordando la leyenda que sus abuelos le habían contado sobre el Monstruo de las Aguas que aparecía cada mil años, se dio cuenta de que esa leyenda era cierta, de modo que salió corriendo para avisar a los demás y así salvarles del inminente peligro.

Cuando Nork iba en dirección de la aldea, se acordó de que los gnomos también se hallaban expuestos a la furia del monstruo, por lo que decidió llamarles y advertirles de que se unieran a él para buscar un lugar seguro en donde cobijarse. Los gnomos, siempre dispuestos a mortificar a Nork, no le hicieron caso y lo expulsaron de sus dominios con chiflidos y risas, y a Nork no le quedó más remedio que seguir su camino para avisar a los demás pues le quedaba poco tiempo para llegar allá y el enfurecido monstruo ya se encontraba próximo a ellos.

Cuando por fin llegó a la aldea, logró reunir a todos llamándoles a gritos, y se fueron a esconder al Reino de Ahzir, que estaba en las nubes y al cual había que llegar a través de una cuerda mágica que su soberano Rey, amigo de Nork, siempre tenía colgando sobre la aldea para que éste lo visitara cada vez que quisiera.

Y es así como Nork salvó a su pueblo. Los gnomos sobrevivientes, escarmentados por la lección de nobleza y valentía de Nork, nunca más se atrevieron a burlarse de él y a partir de ese día siempre lo ayudaron en la recolección de las plantas medicinales.

En su honor se hicieron fiestas que duraron hasta la Primavera, y lo condecoraron con la Orden de los Duendes Ilustres. A partir de ese glorioso día, todos lo recordarían con orgullo como "Nork, el duende que todo lo oye".


Nora de la Caridad Martínez de la Junquera y Hernández
1ro de Abril, 1926-1985

(Todos los Derechos Reservados ©1980)

2 comments:

Anonymous said...

No tuve la oportunidad de leer esta entrada cuando la publicaste, qué sorpresa me he llevado, me acuerdo perfectamente de este valioso cuento porque lo leyó en la clase, tu mamá fue la mejor maestra que tuve en toda mi vida Carin, nunca la olvidaré. Te acuerdas de ese cuento tuyo que era soibre un gallinero y en una parte pones que la puerta era transversal y Carlos su marido y ella se empiezan a reir por lo de la puerta, pero tú tranquila explicaste con base por qué lo era y entonces Nora se vira al profe y le dice "pero Carlos, cómo se te ocurre burlarte de Carmencita por una puerta, se nota que nunca le prestas atención a los disparates que tú dices", ahí nos echamos todos a reir menos Carlos, que tenía cara de mártir. Muy buenos recuerdos con tu mamá, bueno ya sabes quién soy, me están dando radiación si salgo de esta te escribo. Quiero que sepas que siempre te he admirado y querido. V

Soligregario said...

Yo también a ti, querida mía! Recibí el correo de Norma, te escribo por allá. Un beso enorme y muchísimas gracias por siempre estar ahí.