SOBRE LA POESIA
Y UNA FOTO MIA TOMADA
POR EL FOTOGRAFO ULISES REGUEIRO
MIENTRAS ESCUCHABA
A JUAN CARLOS VALLS
Varias personas a través del tiempo
me han dicho que “la poesía no vende”, incluso alguien llegó a decirme que era
inútil. Sin embargo yo la considero elemental e indispensable, tanto como
cualquiera de las artes o la misma ciencia. Antiguamente los poetas escribanos
fungían como pilares necesarios en la sociedad, eran los que por encargo
retribuído se dedicaban a redactar cartas de amor y componer poesías para los
enamorados, y los aedos iban por las calles cantando sus poesías y la gente les
pagaba por ello, incluso eran contratados por individuos económicamente
privilegiados para animar sus fiestas o actividades de recreo o eran
patrocinados por las cortes. Por supuesto que hoy por hoy, como tantas grandes
creaciones a través de la Historia, la poesía ha evolucionado aunque haya quedado
relegada a espacios elitistas, pero existe, así no sea remunerada o respetada
como debe ser, y cumple una función orgánica dentro de la humanidad, porque entre
otros beneficios es válvula de escape que evita calamidades, o por lo menos
ayuda a sobrellevarlas. La poesía es una explosión, lava volcánica, lanza con
punta muy afilada pero también escudo, y es angustia y belleza, se debate en
arenas movedizas donde sale invicta aunque nazca en la oscuridad de cuartuchos
inmundos.
Muchsímos poetas son suicidas en
potencia (ésta en mi opionión muy personal de modo que el que me está leyendo
tiene todo el derecho a disentir), gracias a la poesía la mayoría logra
salvarse. El suicidio puede ser metafórico o real, el primero poco a poco va
perforando el espíritu hasta desmembrarlo, es muy interior y emocionalmente frágil,
el segundo es redentor, heroico, insurgente, ambos muy intensos. El poeta no es
un comerciante por antonomasia, es un doliente, un soñador, un romántico, un
testimonio de su época, esa es su verdadera naturaleza, y se lo hace sentir a
quienes lo escuchan y profundamente a quienes en la poesía encuentran una voz.
¿Qué hace sentir un poeta cuando nos
lee una de sus poesías y mientras lee nos convoca demandante a percibir su
pasión tal y como él la sintiera cuando la escribía? Suceden muchas cosas, se
abren muchas grietas, el universo estalla y nos entregamos sin resistencia a
las emociones, y eso fue lo que sucedió en la presentación que hiciera Silueta
del poemario de Juan Carlos Valls (Los
días de la pérdida y la soberanía del deseo | Editorial Silueta | Septiembre,
2013), ese fue el impacto de la lectura en la audiencia, tan receptiva y
entregada al fuego elocuente del poeta. Desdichadamente no recuerdo exactamente qué
poema él estaba leyendo cuando Ulises me tiró esta foto (que por cierto, no
existe fotógrafo -o muy pocos- que capte las expresiones psicofisiológicas como
él, todo un maestro), pero en memoria de aquél instante de visceral
encantamiento, bajo aquí uno de los textos del libro:
“me escribo cartas como si fuera
peligroso contar a los demás lo que pienso de mí. me pregunto si podré
responder con la misma sinceridad tantas preguntas que me he hecho con el
alivio del saber que ese otro yo no existe. a pesar de que escribo y escribo, a
pesar de que en las noches cuando salgo a reviser las escaleras no pierdo la
esperanza de que alguna vez responda.”
Muchas gracias a Juan Carlos Valls y
Ulises Regueiro.